La resolución del Tribunal Constitucional que deshecha la demanda de competencia sobre la disolución del Congreso interpuesta por el presidente de la Comisión Permanente, termina con el fallido intento de golpe de la derecha parlamentaria. 

El 30 de setiembre la alianza reaccionaria que dominaba el Congreso, liderada por el fujimorismo, pretendió capturar el poder, pero todo le salió muy mal. Empezaron por impedir el debate de la moción de confianza propuesta por la presidencia del Consejo de Ministros, sin conseguirlo.

Una serie de bochornosos incidentes, que trataron de obstaculizar el ingreso del primer ministro Salvador del Solar al recinto parlamentario, los llevó al extremo de designar a Mercedes Araoz como presidente de la República.

El plan quiso dar un primer paso con la captura del Tribunal. No olvidemos que aprobaron entre gallos y medianoche una lista de candidatos a los que nadie conocía, pues ni siquiera los entrevistaron.

Sobre el terreno, tras la fundamentación de la cuestión de confianza, tuvieron el desparpajo de apresurar la fraudulenta elección de Gonzalo Ortiz de Zevallos, primo hermano de Pedro Olaechea.

El circo empezó a desplomarse con la justa intervención del presidente Martín Vizcarra, dando cuenta que al rechazarse por segunda vez una cuestión de confianza, recurría a la facultad constitucional de disolver el Congreso, convocando en un lapso de cuatro meses a elecciones complementarias. Cortó así un acto sedicioso que no puede quedar sin sanción.

La misma noche, ante una indignada manifestación popular que apoyaba la medida, los vocingleros congresistas de la coalición reaccionaria huyeron cabizbajos. sin embargo, el Perú tuvo una presidencia paralela por lo menos hasta la mañana siguiente,

El acto sedicioso resulta indiscutible, tanto de Araoz como de Olaechea y los votantes de la fugaz mandataria. El Perú arrastra una historia de golpes y rupturas constitucionales cuya repetición debe evitarse.

La decisión del TC ratifica la legitimidad de la disolución, aunque la furia antidemocrática subsiste. Las organizaciones que quisieron capturar todo el poder en setiembre del año pasado no dejan de envenenar la campaña electoral.

El discurso ultramontano en la defensa de la Carta neoliberal de 1993 encuadra su actividad. Desde su afán de organizar una especie de policía sexual como en las teocracias del Medio Oriente, hasta el celoso resguardo del lucro, sin olvidar su  manifiesto desagrado por los derechos fundamentales, marcan la cancha de cara al Bicentenario. 

Importante decisión de la doctora Marianella Ledesma de sacar por primera vez los debates del arcana imperii para que los magistrados muestren sus cartas en público.