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EN DEFENSA DE MAQUIAVELO

Agustín Haya de la Torre

Publicado: 2020-01-08


Alan García atribuye a Nicolás Maquiavelo la frase “quién construye sobre su pueblo construye en el barro”, a propósito de las reflexiones en sus “Metamemorias” acerca de lo desagradecido que puede ser el pueblo con sus dirigentes.

En verdad el florentino en el capítulo IX de El Príncipe, afirma exactamente lo contrario, Pone como ejemplo al espartano Nabis, que “sostuvo el asedio de toda Grecia de un ejército romano victoriosísimo, consiguiendo defender contra todos su patria y su Estado: solamente necesitó cuando le vino encima el peligro, defenderse de unos pocos, cosa que le hubiera resultado insuficiente si el pueblo hubiera sido enemigo suyo…”

Luego añade con énfasis: “…que nadie rechace esta opinión mía con aquél proverbio tan trillado de que quien construye sobre su pueblo construye en el barro…” Comenta que eso le pasa a quien vive engañado, “pero si quien se apoya en el pueblo es un príncipe capaz de mandar y valeroso, que no se arredra ante las adversidades…que con su ánimo y sus instituciones mantiene a toda la población ansiosa de actuar, tal príncipe jamás se encontrará engañado por él y comprobará que ha construido sólidos fundamentos para su mantenimiento”.

Maquiavelo no despreciaba al pueblo. Su gran idea apuntaba a la reunificación de la Italia fragmentada de su tiempo, en una república, que permitiera el resurgimiento de los principios que inspiraron a la antigua Roma. Así lo sostiene en “La primera década de Tito Livio”.

En su propia experiencia en la Florencia agitada por los conflictos entre los Medici y los ciudadanos, ocupó no solo diversos cargos como diplomático y militar, sino que sufrió en carne propia tortura y prisión. Redacta El Príncipe para señalar cómo la lucha por el poder, sigue pautas muy distantes de la moral o de la religión para llegar y mantenerse en el poder.

Descubrió que el comportamiento del príncipe es común para civiles o eclesiásticos, en una época de pontífices poderosos con familias incestuosas, que dirigían ejércitos, controlaban territorios y acumulaban grandes riquezas.

Por causa de su actividad política, al salir de prisión, expulsado de la ciudad, se retiró a una propiedad agrícola, donde acabó escribiendo sus célebres obras. Talaba el bosque con sus trabajadores, con los que comía, bebía o jugaba a las cartas.

Las dificultades del ex presidente no son nuevas. El historiador Manuel Burga criticó sorprendido que en su texto “Francisco Pizarro, el rey de la baraja”, considere al conquistador inspirado en el famoso escrito.

Burga subraya dos detalles. Pizarro andaba por las Antillas desde 1502, mientras el libro se publicó en 1532, prohibido inmediatamente por el Vaticano.

El otro dato no es menor: era analfabeto.


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Agustín Haya

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