La marcha de millón y medio de personas que remeció Chile convenció al parecer a los gobernantes que no se trataba de infiltración cubano venezolana como desvergonzadamente sostenía la OEA. 

Luego de su infame declaración sobre la guerra, apuntalado por su digna cónyuge, que más bien atribuía el conflicto a los alienígenas, el presidente Salvador Piñera pidió disculpas junto con el cambio de ministros.

Pese al anuncio de ciertos paliativos, la protesta no amengua. Los ciudadanos apuntan certeramente a cambios de fondo del dogma que acarrea desigualdad, Nadie discute el progreso económico del Chile democrático, que ostenta una de las tasas de pobreza monetaria más bajas del continente, pero al mismo tiempo ocupa el último lugar en desigualdad en la OCDE.

Tampoco puede negarse que en comparación a los vecinos andinos, aparece como una vitrina de progreso. Lo que sale a luz sin embargo es el profundo clasismo neoliberal, que concentra la riqueza en unos pocos mientras obliga a la gran mayoría a pagar por bienes públicos privatizados, que enriquecen a la minoría privilegiada.

La movilización empezó cuando los jóvenes escolares decidieron saltarse los molinillos del metro, en rechazo a la cuarta subida consecutiva del pasaje. La chispa encendió la pradera. No hay desde entonces persona que no sepa porqué protesta.

Todos apuntan exactamente a los mismos blancos. La estafa de las administradoras privadas de pensiones, la carísima educación pública, la salud costosa, los servicios de agua y luz en manos particulares que cobran lo que les parece.

Reventó el paradigma en el país emblemático de la economía neoclásica. La clara estratificación social no resulta ninguna novedad, pues todos los estudios serios la comprobaban.

El 1% de la población concentra el 35% de la riqueza, dato de por sí escandaloso, pues el mismo porcentaje significa en los Estados Unidos el 22%, en Gran Bretaña el 15% y en Francia el 8%.

Mientras la pareja Piñera andaba en guerra con los extraterrestres, Andrónico Luksic, el hombre más rico de Chile, afirmaba que los millonarios deberían pagar más impuestos para generar una mejor distribución de la riqueza.

El “milagro” que Milton Friedman proclamó en la dictadura de Augusto Pinochet ya dejaba mucho que desear. La narrativa derechista olvida la grave crisis de 1982, que hizo caer el PIB en más del 14%, que disparó la tasa de desempleo al 24%. La crisis golpeó de tal manera, como consecuencia de la liberalización del mercado, que terminó con la nacionalización de la banca. La intervención del Estado fue más grande entonces que en la época de la Unidad Popular,

La fórmula del Estado subsidiario es la misma que se aplica en el Perú, salvo que la economía ilegal es inversamente proporcional a la sureña. Al contrario de lo que algunos creen, tal cosa no impide que la gente descubra el engaño. Simplemente los tiempos y las condiciones siguen su propio ritmo en cada país.