NUEVA CONSTITUCIÓN
Agustín Haya de la Torre
El texto promulgado por el dictador Alberto Fujimori en 1993 no deja de modificarse. 23 leyes han cambiado ya más de una treintena de artículos. Lo que da cuenta de su anormalidad. Su propio origen arbitrario, fraudulento, lo convierte en un documento que no corresponde a una sociedad democrática.
Las principales fuerzas políticas de entonces no participaron por su repudio al golpe del 5 de abril. El resultado del referéndum de octubre lo adulteró el aparato montado por Vladimiro Montesinos, pues las actas de las muchas localidades declaradas en estado de emergencia, se trasladaban a Lima en sospechosos vuelos militares.
Tanta vergüenza le daría a ciertos sectores que el 2001 el Congreso retiró la firma del entonces fugitivo mandón, hecho sin precedentes.
El dogmatismo neoliberal que la impregna, al convertir al Estado en subsidiario del capital privado, trae como consecuencia una situación insostenible. Por lo menos tres cuartas partes de la economía existen al margen de la ley, gracias a un aparato público permisivo, con competencias reducidas y capacidades perforadas. Si ya cuarenta años antes el BCR calculaba en una piadosa clasificación, en mil millones de dólares el narcotráfico, ahora los economistas ortodoxos ni pestañean cuando se les pregunta por los montos de la producción delictiva de cocaína, oro, maderas o el contrabando.
Así predomina un criterio totalmente equivocado, del todo vale para “dinamizar” el mercado. No les interesa la putrefacción social que tal engendro produce.
Tampoco que la privatización de los servicios públicos degrade la educación, la salud, la seguridad social . No se dan cuenta que el neoliberalismo fracasó, que la gran recesión del 2008 cambió las cosas en el mundo, que ahora vivimos en un proceso distinto, donde las sociedades exigen la realización de sus derechos mientras avizoran nuevas formas de civilización.
La constitución del firmante borrado ya no sirve. No puede explicar la creciente desigualdad social, el divorcio entre una élite que goza de todas las prerrogativas, que no comprende el desasosiego de quienes agotan sus vidas en una sociedad del cansancio, soportando los malos servicios o que sufren la inseguridad, porque la policía que no trabaja a tiempo completo.
Durante un cuarto de siglo la constitución neoliberal impuso el capitalismo pirata, el caos territorial, la inseguridad, una gigantesca corrupción. Es momento de pensar en una carta política que garantice la realización de los derechos fundamentales, la no discriminación de las personas, el reconocimiento de una sociedad diversa, el desarrollo sostenible, el ordenamiento del territorio.
El Estado de los ciudadanos libres e iguales al servicio del interés general y el bien común