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40 AÑOS DE LA CONSTITUCIÓN DE 1979

Agustín Haya de la Torre

Publicado: 2019-07-17

La Asamblea Constituyente convocada como fruto de la presión política y social para poner fin a la larga dictadura militar iniciada diez años antes, fue la única plenamente democrática del siglo XX.. 

El presidente de la Constituyente Víctor Raúl Haya de la Torre, en el notable discurso inaugural, proclamó su soberanía, emanada del poder del pueblo. Esa fuerza constitutiva no se volvió a repetir en el reducido “Congreso Constituyente Democrático” convocado por el fujimorismo ante la presión internacional, tras el golpe del 5 de abril de 1992. No participaron el Apra, Acción Popular ni la Izquierda Unida.

Los asambleístas plantearon un nuevo orden constitucional sustentado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, asumía que la persona es el fin supremo de la sociedad y del Estado, en la eliminación por tanto de la explotación del hombre por el hombre y del hombre por el Estado.

El Perú se integró así a la corriente de universalización de la democracia para construir un estado social y democrático de derecho, con una economía social de mercado. El Estado se comprometía al desarrollo de los bienes públicos, de la educación, la salud, la seguridad social, la vivienda, a fin de generar las condiciones para que la igualdad de derechos se haga realidad.

Proponía una pluralidad de formas de propiedad, señalando que la iniciativa privada se ejercía reconociendo el interés general de la sociedad. Se sentaron las bases de un estado de bienestar, capaz de promover la justicia social en una economía moderna y diversificada..

Los intereses conservadores reaccionaron con el golpe traidor de Fujimori, que abrió las puertas para abjurar de la Constitución democrática e imponer mediante el fraude, el estado subsidiario, copiado de la constitución de Augusto Pinochet de 1980.

A partir de implantar el criterio de que el Estado solo puede participar en la economía de forma subsidiaria al interés del capital privado, trastocó por completo la relación entre lo público y lo privado. El privilegio del interés privado y de los dogmas neoclásicos sobre el mercado, acabaron por desmontar la función pública de representar el bien común.

El interés privado convirtió al lucro en el motor de su existencia, arrinconando o eliminando la regulación pública, menospreciando las instituciones. La consecuencia salta a la vista: la fiebre privatista invade o precariza los servicios públicos,. El aparato productivo acaba dominado por la delincuencia, la solidaridad o la cooperación, desaparecen, mientras perduran tres décadas de corrupción generalizada en la administración pública, capturada por los privatizadores.


Escrito por

Agustín Haya

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