SODOMA Y GOMORRA
Agustín Haya de la Torre
La interpelación a la ministra de Educación demostró con aterradora nitidez el impresionante déficit educativo y cultural que agobia al país. Como suele suceder, el debate sobre la sexualidad saca de las cavernas a irreconciliables adversarios del conocimiento.
El gobierno cedió gratuitamente posiciones al principio, admitiendo temerosos que un vínculo informático con una definición sobre diversidad sexual resultaba “aberrante”. Parecía que censurarían términos de uso internacional.
Recuperaron el ánimo, al concurrir decididos a defender el enfoque de género y la educación sexual en los colegios.
El país tuvo que soportar el talante alterado de los fanáticos. Un par de intervenciones, en medio de la dominante aridez llamaron la atención. Por un lado, el marino aspirante a policía genital, que pretende “impedir la homosexualidad”, leyó una larga lista de variantes, intrigado quizás porque tal cosa sucediera a sus espaldas en Alemania.
Si con un poco de esfuerzo consultara el estado actual de las investigaciones en neurociencias y biología, podría darse cuenta que en las últimas tres décadas se ha comprobado el dimorfismo del tercer núcleo intersticial del hipotálamo anterior, más grande en hombre que mujeres así como también es mayor en heterosexuales que en homosexuales.
Es decir, por más que nuestro avezado congresista amenace con torturar o fusilar a los homosexuales, no podrá cambiar su cerebro. Los ensayos del doctor Simon LeVay han sido corroborados por varios institutos científicos de primer nivel. La secreción de gonadotropinas así como los trabajos sobre la producción de neurotransmisores, son claves para entender el desarrollo sexual.
En otra dimensión las pueriles amenazas de una fanática religiosa, que seguro consideraba aterradoras, probablemente las dejaría de lado si fuese un poco más seria. Ahora los estudios multidisciplinarios llegan a precisar el mes de junio del 3123 antes de la era común, como el momento de la destrucción, por los efectos que generó un meteorito que estalló en los Alpes, de los poblados del Mar Muerto. No fue pues el coito anal como cree la intemperante analista.
Los datos descubiertos a partir de una tablilla de astrónomos sumerios son fascinantes. Demuestran cómo el conocimiento sin prejuicios ni dogmas, progresa donde la educación genera investigadores.
Quizás faltó plantear como las neurociencias explican que la producción de hormonas aumenta de manera considerable entre los 9 y 15 años, episodio que justifica una imprescindible educación sexual, para que los niños y adolescentes sepan comprender su evolución, incluyendo su propio cuidado.