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REFORMAS ENREDADAS

Agustín Haya de la Torre

Publicado: 2019-03-27

Lo primero que llama la atención en el proyecto de la Comisión para la Reforma Política es la insistencia en la bicameralidad, a los pocos meses del referéndum que la rechazó abrumadoramente. Todo el país recuerda cómo el propio Martín Vizcarra al momento de la convocatoria demandó votar por el no en dicho tema. 

El argumento poco claro sostenía el probable mal uso del voto de confianza en la ratificación del gabinete ministerial, cuando ya e Tribunal Constitucional confirmaba la validez de la norma.

Los comisionados especulan que tres meses después nos encontramos en otro momento. Suponen que el Congreso lo aprobaría, añadiendo un nuevo factor de confusión, pues con la misma razón podrían desconocer cualquier otro resultado de la consulta popular, como la no reelección de parlamentarios,

Un cansino ejercicio de falacias abonará a favor y en contra de uno y otro borrón, pero echar al tacho 80% de votos en contra no parece muy aconsejable,

Tiempo habrá en todo caso de discutir que tipo de bicameralidad se plantee. Hasta ahora la cuestión se centra en una supuesta “cámara reflexiva”, que daría lugar a una que piensa mientras la otra carecería de tal virtud. Al parecer volveríamos a las cámaras gemelas, que prolongan innecesariamente la labor legislativa. Quizás deberíamos rescatar conceptos de fondo como sustentar la de Diputados en un criterio demográfico con funciones políticas, y el Senado como cámara territorial, donde la revisión de las leyes tendría un plazo acotado, como en España.

Tampoco se entiende porqué pretenden eliminar el voto de confianza al gabinete ministerial, competencia elemental para evitar un presidencialismo excesivo. Lo mismo la idea de retroceder a la primera mitad del siglo XIX, anulando la censura de los ministros, esencial para el control político del Ejecutivo.

El sesgo presidencialista llega al extremo de rechazar la vacancia por incapacidad moral, algo que agradecerían Alberto Fujimori o Pedro Pablo Kucjzynski

Descartar la segunda vuelta para las elecciones regionales carece igualmente de fundamento, cuando debería extenderse a los municipios y a las listas parlamentarias que no alcancen la mitad más uno de votos en la primera vuelta.

Hacer coincidir la elección parlamentaria con la segunda vuelta presidencial generaría más complicaciones, cuando lo razonable es adoptar la segunda vuelta de manera integral.

Reservar el voto preferencial para las internas, precisar los alcances de la inmunidad parlamentaria, modificar las pautas de inscripción de los partidos resultan ideas interesantes, aunque deben someterse a mayor debate.

Parece que dos meses de plazo no facilitaron consultas más elaboradas. Además no es justo que desanimen a la Asociación de Alcohólicos Anónimos suprimiendo la ley seca.


Escrito por

Agustín Haya

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