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La segunda caída del fujimorismo

Agustín Haya de la Torre

Publicado: 2019-01-10

Por una extraña razón que ahora la mayoría de la gente no entiende, la frase más usada en su defensa por el fujimorismo es que sus críticos los odian. En realidad vale la pena preguntarse por qué querrían que los amáramos. 

Alberto Fujimori dio un golpe de Estado, destrozó y corrompió las instituciones, robó 6 mil millones de dólares, asesinó niños, estudiantes, campesinos. Las hermanas robaban las donaciones, la hija presa por lavado de activos, los hermanitos que nunca trabajaron manejan una veintena de empresas bajo investigación fiscal.

Encima sus congresistas falsifican títulos, representan economías ilegales, asaltan sexualmente a quien les parece. Una familia que bien podría resultar el sueño extraviado de Al Capone o Pablo Escobar, con quien dicho sea de paso mantenían vínculos.

El grotesco espectáculo que dio su bancada en el primer día de sesiones del año, confirma, digamos, su línea histórica. Convertidos en una jauría, trataban por todos los medios posibles de impedir que se discuta la situación del ahora ex fiscal de la Nación, de quien la señora K dijo que no debía caer porque si no acabarían todos en la cárcel.

Todavía les quedan unos 61 parlamentarios de los 73 iniciales. Acaban de perder toda autoridad sobre el presidente Daniel Salaverry, que en el caso Chávarry los confronta abiertamente, posiblemente con el respaldo de un grupo interno.

El combate por el control del Ministerio Público les interesa sobremanera, porque saben perfectamente que si la corriente de fiscales honestos se afianza, ellos pierden.

El objetivo en la coyuntura es impedir hasta donde sea posible que se conozca la información encriptada y las nuevas delaciones premiadas de Odebrecht. Tal noticia quedó programada para mediados de mes, pero a raíz del retiro de los fiscales Vela y Pérez que felizmente solo duro un par de días, se ha postergado unas semanas.

O Globo señaló que sus efectos serán devastadores para la clase política peruana. Así será, porque su solo anuncio provocó asilos y temblores incontrolables. La ratificación de la prisión preventiva de la jefa de FP desmoraliza a sus seguidores, pues los deja sin recibir las órdenes directas y cotidianas que explicaban su actuación vertical.

La enfermedad de FP parece terminal. Debe aprovecharse para poner en cuestión el llamado “modelo” que impuso fraudulentamente la Constitución de 1993, que alteró de manera radical la relación entre lo público y lo privado, poniendo al Estado al servicio de los intereses particulares.

Esa fórmula que menoscaba los bienes públicos es la que precisamente sustenta el lucro y la codicia que alimentan la gigantesca corrupción de las últimas tres décadas, donde el Estado se convierte en botín.


Escrito por

Agustín Haya

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