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Velasco medio siglo

Agustín Haya de la Torre

Publicado: 2018-10-04

Medio siglo después del golpe militar de Juan Velasco Alvarado el debate continúa. En buena parte por la apasionada actitud de los herederos de la vieja oligarquía, reconvertidos en neoliberales. Su obnubilación llega al punto de calificar sin ambages de “castrista” o simplemente comunista al régimen militar. 

El golpe se dio días antes de la convocatoria de las elecciones generales, que debían realizarse en mayo del año siguiente. Las tendencias apuntaban a un triunfo del APRA de Víctor Raúl Haya de la Torre. Igual que en junio de 1962, para las Fuerzas Armadas tal hecho resultaba intolerable. El propio Velasco, formado como militar en tiempos de Leguía, ejerció toda su carrera en el contexto de la época.

Marcó la diferencia no porque fuera un demócrata, sino porque se inspiró en las corrientes del militarismo reformista que Gamal Abdel Nasser alentó desde su revolución antifeudal y antimperialista de 1952 en Egipto. Desde entonces Siria, Libia o Irak emprendieron un camino parecido.

Quizás la paradoja más saltante del velasquismo devino de la influencia de las viejas banderas apristas de los años treinta, que las alianzas con la derecha replegaron. El desarrollismo promovido por Fernando Belaunde quedaba corto ante las demandas sociales de entonces.

Con la toma de la refinería de Talara, Velasco resolvió un abusó que por décadas mancilló al Perú. Al año siguiente aplicó una ley de reforma agraria, menos radical que la de los capitalismos asiáticos, que acabó con el viejo orden explotador y discriminador del latifundismo. Su objetivo apuntaba a trasladar a los terratenientes rentistas a la industria, pero muy pocos lo entendieron.

La creación de la comunidad industrial, la nacionalización de la banca, las minas o la pesca, generaron un poderoso aparato estatal. Velasco creía que sus reformas le traerían un fuerte apoyo social mientras al mismo tiempo negaba toda forma de institucionalidad democrática.

Enemigo declarado de los partidos, clausuró el Parlamento como nunca antes en la historia republicana, rechazando de plano la representación del pueblo. Aislado, sus lugartenientes lo expulsaron del poder.


Escrito por

Agustín Haya

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