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La República Empresarial quiebra

Agustín Haya de la Torre

Publicado: 2018-03-23

Las confesiones de Jorge Barata como responsable de la distribución de los sobornos de su empresa ayudan a entender como se mueve la delincuencia en la política peruana. Ahora conocemos que en los comicios del 2011 aparte de financiar a todos los candidatos principales, entendieron como parte del apoyo a la candidatura fujimorista, entregarle el dinero a la central de gremios empresariales. 

A su vez los empresarios concernidos admiten que los dineros formaron parte de una bolsa mayor, destinada a def ender la inversión privada en la segunda vuelta. Como el capital no tiene bandera, Odebrecht aportaba a los dos en pugna. Tanto al “antis sistema” encarnado por Ollanta Humala como a la hija del dictador. Ellos no perdían de ninguna manera pero los asustados resultaban los grandes patrones.

Suponían que el “modelo” que tantos beneficios les ha traído podría peligrar ante cierta retórica chavista del ex comandante, que en tales fechas lucía ya bastante desteñida. Los directivos que entonces apostaban cerradamente por Keiko Fujimori tratan de convencer que no violaron ninguna norma por recibir aportes del extranjero y entrometerse en la disputa.

En la última elección el peligro disonante quedó en el camino. La confrontación entre PPK y la Fujimori no podía ser mejor para Confiep. El escenario de dos promotores del libre mercado era óptimo.

Ambos compartían al mismo grupo de gerentes privados encaramados en el Estado desde los años noventa. PPK representaba en la consideración de sus simpatizantes la crema y nata del capitalismo criollo. El fujimorismo más clientelista no dejaba de arrastrar el fuerte apoyo suscitado desde los noventa.

El triunfo de Kuczynski proclamaba que un notable equipo de gerentes llegaba al poder. En realidad estaban en el poder desde las reformas neoliberales de hace más de un cuarto de siglo.

El problema es que el gobierno de los gerentes intercambiables a gusto del cliente, fracasa en toda la línea en cualquiera de sus versiones. La república empresarial corrupta hasta el tuétano, acaba quebrada.


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Agustín Haya

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