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Acuerdo inconcluso

Agustín Haya de la Torre

Publicado: 2017-09-15

El nerviosismo causado por la libertad de varios connotados senderistas, tras largos años de prisión, vuelve a colocar en la agenda los términos del combate contra el terrorismo. 

Queda claro que la captura de Abimael Guzmán cambió la situación. Hasta entonces, la banda desarrollaba una ofensiva feroz que apuntaba a Lima como su blanco principal. Desde inicios de los años noventa, imaginaron que sus acciones de terror los llevaba a un “equilibrio estratégico”, que ameritaba atacar objetivos en la capital.

Todo se detuvo abruptamente con la caída del cabecilla. Ello demostró las limitaciones del accionar terrorista, que nunca fue una guerra civil, y por otro lado, resaltó el papel exacerbado que se atribuía alias “presidente Gonzalo”.

Alucinó, en un trastorno típico de su personalidad narcisista su omnipotencia, que la historia dependía de él. Cuando cayó, entonces todo debía cambiar. Su cara de pánico, sirvió para las sinuosas conversaciones con Vladimiro Montesinos, no muy lejano de su megalomanía.

En diciembre de 1993 aceptó la paz. Alberto Fujimori manejaba el poder aliado con las Fuerzas Armadas desde abril de 1992. Su valido coordinó un “acuerdo de paz” propio de gente que no se identifica con valores constitucionales ni con el estado de derecho.

Nunca discutieron de cara a la opinión pública ni refrendaron documento alguno. Solo conocemos algún video en el que Guzmán lee una carta.

La dictadura fujimorista perdió la gran oportunidad de rendir y desarmar a las huestes subversivas. Ambos se contentaron con mejorar las condiciones carcelarias a cambio de suspender los atentados. No todo Sendero les hizo caso, pues varios de sus grupos en armas, siguieron operando, sobre todo en el Vraem.

La diferencia con los acuerdos firmados en serio, como los de Colombia, resulta abismal. Aquí no hubo mayor compromiso de casi nada.

Lo que ahora vemos, sobre todo desde la formación del Movadef, más la innegable influencia demostrada en la huelga magisterial, deviene del “recodo en el camino de la revolución”. Como Fujimori no los desarmó, siguen reivindicando el criminal “pensamiento Gonzalo”.


Escrito por

Agustín Haya

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