El terrible atentado en Barcelona cometido por los terroristas del Estado Islámico, vuelve a desatar la histeria contra los musulmanes, no solo en Europa. En dicho continente, en el último año la realización de tres elecciones, en Austria, Holanda y Francia, estuvieron marcadas por la presencia de una extrema derecha xenófoba, felizmente derrotada, aunque consiguieron ganar en los Estados Unidos. 

Incluso en el Perú y otros lugares de la región, no son pocas las voces que murmuran por prohibiciones semejantes. Los debates sobre la multiculturalidad en algunos ámbitos se mezclan con un fuerte ánimo discriminatorio, sin razón alguna.

Quienes así piensan dejan de lado que los enemigos principales del ISIS son los musulmanes que no adhieren a su interpretación fundamentalista. Aspiran a imponer mediante la violencia un delirante califato universal, cuando apenas son una exigua minoría.

El Islam, como todas las grandes religiones monoteístas, tiene no solo centenares de millones de seguidores, sino innumerables variantes. Las comunidades islamistas en Occidente viven integradas, respetuosas del estado de derecho, de la democracia y la libertad.

El ISIS profesa una interpretación que convierte, como todo fanatismo, al resto de la humanidad, en enemigos mortales. Las tropas que combaten en primera fila los reductos yihadistas de Mosul y Raqa, son musulmanas. No existe un solo país donde predominen los seguidores de Mahoma, que los respalde.

El juzgamiento superficial de los discriminadores, ignora quizás que en el prolongado siglo de oro de la cultura islámica, entre el VIII y el XV de nuestra era, hicieron aportes fundamentales a todas las ramas del conocimiento. La revolución científica que sus sabios impulsaron, en matemáticas, física, química, medicina, astronomía… se adelantó varios siglos a la de Occidente.

Fundaron entonces las primeras bibliotecas a partir de la reinvención del papel, las primeras universidades que otorgaban grados y diplomas, los primeros hospitales y observatorios astronómicos.

La gran tradición humanista del mundo musulmán, tarde o temprano, superará a los clérigos fanáticos.