El espectáculo folclórico ofrecido por Alejandro Toledo en Nueva York, repite el manido libreto de todos los acusados por la corrupción de las constructoras brasileñas. El “indio gitano que trota por el mundo”, sacó a relucir su histrionismo, lleno de frases rimbombantes. 

Lo que tres lustros atrás le sonaba auténtico a mucha gente, sensible ante el humilde lustrabotas salido de la miseria más honda, ahora solo produce muecas de burla. El “cholo sano y sagrado”, perdió desde entonces toda credibilidad.

Hasta la internacional, por la que soltó un extraño juramento. Su fraguada “conferencia en las Naciones Unidas”, no pasó de un ardid publicitario en un evento de la despistada república de Surinam.

Su fuga a los Estados Unidos, gracias a su residencia en dicho país, que le permite contratar a dos carísimos e influyentes abogados; resulta más bien una confesión de culpa antes que una protección de su presunta inocencia.

Las delaciones premiadas golpean sin pausa ni tregua a los comprometidos. El Ministerio Público y el Poder Judicial actúan con paso seguro, en la medida de sus posibilidades, Pablo Sánchez y Duberlí Rodríguez demuestran una actitud distinta, pese a las enormes presiones y dificultades internas que soportan.

No resulta fácil enfrentar a todos los gobiernos de las tres últimas décadas, incluidas autoridades actuales, que lo fueron también de Toledo, García y Humala.

La cleptocracia que intoxica al país, contamina todo. Ya frenó la economía, además de sacar a luz las trapacerías de prácticamente todos los estudios de abogados de Lima.

Las cárceles se pueblan de gobernadores regionales, alcaldes y altos cargos gubernamentales, cuando las investigaciones recién avanzan.

Una ausencia que llama la atención, es la de los socios empresariales de la corrupción. Sus capitostes, que participaron de los delitos, andan sueltos. Lo mismo pasa con otras que surgieron favorecidas repentinamente desde el poder, en un claro tráfico de influencias.

Junio puede convertirse en un mes fatal para los santos inocentes, si la justicia brasileña alcanza el grueso de las delaciones premiadas.