LA LECCIÓN DE CARAL
Agustín Haya de la Torre
En una interesante conferencia inaugural del año académico del posgrado de Ciencias Sociales de San Marcos, Ruth Shady, la notable investigadora de Caral, explicó como esta civilización de la costa peruana, de cinco mil años de antigüedad, logró dominar a las fuerzas de la naturaleza, en particular los eventos generados por la corriente cálida ecuatorial y los sismos.
Prueba de tal evidencia, la demuestran las pirámides escalonadas que sobreviven a los siglos, porque fueron construidas en la parte alta del valle. Como otras construcciones de dicha cultura, que se extendió por la costa central e incluso alcanzó zonas de sierra y selva, supieron edificarlas tomando en cuenta los retos del medio ambiente.
Los últimos tres fuertes eventos climáticos del ahora denominado “Niño”, desde 1983, prácticamente no afectan los restos arqueológicos, mientras los alrededores sufrieron el desastre. La doctora Shady explicó como los antiguos caralinos cultivaron la tierra sin riesgo de inundaciones de los ríos, puesto que espesos e impenetrables bosques de huarangos, de por lo menos 50 metros de ancho en cada ribera, impedían los desbordes. Incluso refirió una sorprendente técnica sismo resistente, la de las “shicras”, piedras introducidas en bolsas de algodón, colocadas en las plataformas de los edificios, con una ligera separación. Así permitían cierta oscilación en los terremotos, evitando que la construcción se venga abajo.
Cuantos desbordes o viviendas inundadas nos hubiésemos evitado, de conservarse la memoria histórica. La conquista española justificó su dominio argumentando que sometía a seres inferiores.
Los apuntes sobre Caral se repiten a lo largo de las antiguas culturas costeras. Los avances de la paleo neurología o arqueología cognitiva, demuestran que los sapiens tienen la misma masa cerebral desde hace decenas de miles de años. Incluso que la inteligencia se demuestra en la respuesta a los retos medio ambientales, en la forma como el hombre resuelve sus necesidades, se organiza, construye, desarrolla conocimientos y tecnología.
Parece pues, que pese a los herederos de Ginés de Sepúlveda o a los que se les desploman puentes, los caralinos eran más inteligentes que nosotros.