#ElPerúQueQueremos

HTTP://OIZQUIERDO.BLOGSPOT.PE/

El pensamiento social de Haya de la Torre

Agustín Haya de la Torre

Publicado: 2017-02-23

La intensa praxis y su permanente reflexión, convirtieron a Víctor Raúl Haya de la Torre en un protagonista clave de la política peruana durante más de sesenta años en el siglo XX. Con centenares de miles de seguidores, dispuestos a dar la vida por los postulados del aprismo, afrontó siempre la polémica con sus adversarios de la derecha y de la izquierda comunista. 

En este ensayo, abordaremos lo que consideramos las fases más importantes de la evolución de sus planteamientos. La etapa inicial, recoge la influencia del pensamiento de Manuel González Prada y su activa participación en los movimientos sociales que van entre 1918 y 1923, que se extiende a la experiencia del destierro y el impacto que significan dos grandes revoluciones, la mexicana y la rusa, que conoce personalmente.

En el ciclo inicial, un tema poco tratado, pese a sus consecuencias, es su participación académica en la London School of Economics, así como en la Universidad de Oxford.

Igualmente resulta necesario destacar el contexto latinoamericano de la época, en relación a la evidente influencia de la que en ciertos casos pudo verificar, ejercieron gobiernos y movimientos de aquel entonces. Principalmente en Argentina, Uruguay y Chile.

La segunda etapa que moldea su proyecto ideológico y político, toma como punto de partida su ruptura con el comunismo en el Congreso de la Liga Antiimperialista de Bruselas, a lo que hay que añadir la preparación del libro más relevante de este momento, El Antiimperialismo y el Apra. Su candidatura a la presidencia de la República en 1931, enmarcada en el discurso programa de la Plaza de Acho, definen la ruta que enfrenta a las dictaduras, hasta el gobierno del Frente Democrático Nacional de 1945 a 1948.

Una tercera fase, que podemos calificar de conciliación con la derecha, va de 1956 a 1968. La convivencia con Manuel Prado para conseguir la legalización del partido, deviene pocos años después en la coalición con el odriísmo, un movimiento que reivindica al dictador, expresando a sectores latifundistas decadentes.

La etapa culmina en el golpe militar de más larga duración en la historia del Perú. La revolución de los militares le muestra al aprismo que las grandes reformas propuestas desde la década de los años treinta, puestas de lado desde la alianza con Prado, podían aplicarse.

La cancelación del Parlamento y el arrinconamiento de los partidos políticos, obliga al fundador del Apra a replantear sus posiciones.

Así da paso a la cuarta y última etapa en el desarrollo de su pensamiento político. La publicación de sus Obras Completas, la nueva edición de El Antiimperialismo y el Apra, la presencia en la Internacional Socialista, marcan hitos decisivos.

La etapa termina con la Asamblea Constituyente de 1978, La Constitución aprobada al año siguiente, firmada en la agonía, cierra su acción en la historia. En este periodo, se produce la reubicación de su postura programática, retomando, actualizadas, las líneas matrices de la izquierda democrática.

Primera etapa

La relación con González Prada puede calificarse como el punto de partida de su conciencia política. Venía de Trujillo, donde participó en los círculos culturales de La Bohemia y el Grupo Norte, con Antenor Orrego, José Eulogio Garrido, César Vallejo, Alcides Spelucín, entre otros jóvenes, propiciados en sus afanes intelectuales por Abraham Valdelomar o Juan Parra del Riego.

Conoce al viejo e intransigente aristócrata, al final de su vida, convertido en el referente más notable de la crítica implacable a la decadencia de la sociedad tradicional. Amado por las inquietas juventudes que buscaban una explicación a la postración del país, reclamado por las promociones de dirigentes sindicales que escuchaban en su voz crítica, la alternativa indoblegable ante la oligarquía y la feudalidad.

La admiración y la amistad del estudiante trujillano fueron incondicionales. Descubrió en su vida y en sus obras, la valentía de un pensador que no transaba con la miseria moral del sistema dominante. Capaz de romper el pacto infame de hablar a media voz, su discurso arrojaba las viejas ideas a la tumba. Don Manuel se alzó como un adalid de la modernidad. Su claro rechazo a la clase latifundista, al militarismo, a la iglesia Católica, lo llevaron a enarbolar el gesto rebelde ante lo establecido. Sus ideas marcaron profundamente la personalidad del nuevo discípulo. A los pocos meses de frecuentarlo, el 22 de julio de 1918, acompañó su funeral.

El idealismo del escritor uruguayo José Enrique Rodó, influyó en la formación juvenil de aquellos años. Alumbró a toda una generación. Con Ariel, donde recrea a los personajes de La Tempestad de William Shakespeare, representa a Próspero, como el viejo maestro que ve los intereses contrapuestos de Calibán, el materialista, y Ariel, el idealista.

Rodó alimentó la esperanza en una nueva sociedad que superase el atraso. Llegó a participar en política, identificándose durante un tiempo, con el notable gobierno de José Batlle y Ordoñez, que transformó a la banda oriental del Río de La Plata, en un Estado laico, sustentado en la democracia social.

En el Perú, la lucha por la Reforma Universitaria, convirtió a Víctor Raúl en el adalid de su generación. Superar la universidad clasista, poniéndola al día con los grandes cambios que los procesos sociales anunciaban, ocupa horas de intensa actividad. En la pugna por la autonomía y la participación estudiantil en la gestión, apareció la universidad popular como la contribución de los jóvenes educados a la formación de la clase obrera.

La solidaridad con el movimiento obrero en su lucha contra el alza del costo de vida y mejores condiciones de trabajo, hizo de la jornada de las ocho horas la bandera del frente único de trabajadores manuales e intelectuales.

Con más de cinco mil alumnos, mientras San Marcos seguía clausurada por la dictadura de Leguía, las Universidades Populares crecieron, al punto de convertirse en un referente del nuevo movimiento que gestaban obreros y estudiantes. En sus aulas fermentó la protesta contra el intento de comprometer al país en la consagración del Corazón de Jesús. El principal promotor de la movilización, Haya de la Torre, impulsó a miles de manifestantes a protestar contra lo que llamó “la imposición de un anacronismo clerical”.

La cuestión religiosa ocupaba entonces el debate público. La Constitución vigente de 1860, la modificaron en 1915 para permitir otros cultos religiosos, aunque ratificaba el carácter confesional del Estado peruano. El mandato de que: “La Nación profesa la religión católica, apostólica y romana”, propio de todas las cartas del siglo XIX, se mantuvo luego en el texto promulgado en 1920.

El episodio rupturista, registró una página memorable en la defensa de la libertad de conciencia, propugnando el Estado laico. En las manifestaciones, cayeron asesinados por la tropa, el obrero Salomón Ponce Ames junto con el estudiante Manuel Alarcón Vidalón.

Cinco meses después de tal suceso, la policía de Leguía lo captura. Prisionero en la isla San Lorenzo, inició una huelga de hambre que terminó con su deportación a Panamá. Desde allí inicio un largo destierro, que lo llevó a Cuba, luego al México revolucionario. Llegó en el gobierno de Álvaro Obregón, destacado protagonista del proceso revolucionario iniciado en 1910. Su periodo trató de poner fin a los conflictos internos, a tiempo que impulsaba la muy avanzada Constitución de Querétaro de 1917. Trabajó con el ministro de Educación, José Vasconcelos. Conoció a la vanguardia política y cultural de la época, generando con muchos de sus componentes lazos perdurables.

En 1924 partió a Rusia en representación de la Federación Obrera de Lima. En su estadía de tres meses, trató a varios de los dirigentes más importantes del bolchevismo. Arribó a la tierra de la revolución proletaria medio año después de la muerte de Lenin. En dichos años se aplicaba la Nueva Política Económica, que dejó de lado el llamado “comunismo de guerra”. La NEP permitía la venta de los excedentes por parte de los campesinos, la capa mayoritaria de la sociedad. En ese lapso, tomaba cuerpo la lucha por el poder entre Stalin, Kámenev, Zinóviev y Trotsky. Víctor Raúl quedó impresionado de los cambios generados por la revolución. Al final de dicho año, Trotsky perdió su cargo de Comisario del Pueblo, desarrollándose el aciago camino de Stalin al control total del partido, pese a la advertencia en contrario que Lenin dejó en su testamento de enero de 1924.

El destierro lo llevó de una revolución a otra. Del México insurgente que avanzaba en su proceso de institucionalización, al despertar del comunismo soviético. Quizás por ello, tras apreciar el accidentado aunque impactante proceso bolchevique, en un país que apenas salía de la guerra civil, que pasaba por las estrecheces de una fuerte crisis económica fruto del “comunismo de guerra”, al llegar a Berlín descubrió otra realidad.

En carta que remite a su amigo mexicano Carlos Pellicer, escrita poco después desde el sanatorio de Leysin, narra el deslumbramiento cultural que le produjo la gran capital europea. Corrían los tiempos de la República de Weimar, con Friedrich Ebert, líder del Partido Social Demócrata Alemán, ejerciendo la presidencia. El espíritu de la época lo subyugó: cafés, cines, conciertos, una intensa vida intelectual acompañada de fuerte agitación política, llevaron su espíritu infatigable de un lado a otro. El gélido aire berlinés agravó sus males, fruto de la prisión a lo que sumó el inclemente clima ruso. Acabó en una climática Suiza para reponerse.

Su estadía en los Alpes, le dio sosiego. Ganó la amistad de personalidades como Romain Rolland, premio Nobel de Literatura en 1915. Mejoró su francés para conversar con el famoso escritor pacifista, admirador de Tolstoi, de Rabindranath Tagore y Mahatma Ghandi. Recibió visitas de sus amistades de México, entre ellas la gran poeta Gabriela Mistral, también galardonada años después con el Nobel. Ello nos da testimonio de la amplitud de miras que alimentó su inquieta preocupación intelectual.

Desde su errantía europea, participa en la discusión sobre las relaciones con Chile. Estaba pendiente la realización de un plebiscito para definir la situación de las provincias cautivas de Tacna y Arica. Redacta una Carta al soldado chileno, cuando voces insensatas clamaban por la revancha. Allí recuerda que el conflicto bélico confrontó intereses de los sectores dominantes, ajenos a las necesidades de los pueblos. El chovinismo revanchista, sorprendentemente sobrevive en ciertos sectores de la sociedad.

La insistencia en una perspectiva indoamericana, lo incorpora en el gran movimiento socialista o social demócrata internacional. La relación queda claramente delimitada, asimilando las ideas matrices de libertad, democracia y justicia social, entendiéndolas desde el nuevo continente.

En los años posteriores a la Gran Guerra, las líneas divergentes del socialismo tomaban caminos opuestos. En un complejo entramado, donde las dudas y las posiciones intermedias resultaban frecuentes, confrontaban posiciones quienes optaban por la dictadura del proletariado o quienes postulaban la democracia con el sufragio.

Los bolcheviques asaltaron el Palacio de Invierno. Los partidos socialistas, a través del voto, demostraron su poderío en Europa. Las tesis políticas de la transformación social, desde la creciente fuerza parlamentaria de las clases trabajadoras, mostraba su efectividad.

Recordemos que la definición original del Apra, la publica en The Labour Monthly, la revista fundada por Rajani Palme Dutt, asociada al Partido Comunista de Gran Bretaña, fundado en 1921. La edición de 1926, en una revista marxista que invitaba a políticos socialistas, señala el clima de la época, previo al Congreso Antiimperialista de Bruselas.

La estadía británica, donde concurre tanto a la London School of Economics and Political Science, como a la Universidad de Oxford, le permiten estudiar con la élite intelectual del socialismo inglés. Su vínculo con el pensamiento progresista de la época lo ayuda a comprender que las reivindicaciones sociales no tenían por qué divorciarse de la democracia y las instituciones liberales. Sobre todo, que el ejercicio y la ampliación del sufragio le daban forma a una democracia realmente social.

El laborismo, nacido del encuentro de los sindicatos con movimientos intelectuales y sociales, configura una de las propuestas más importantes del socialismo democrático.

Una de sus fuentes originales, la Sociedad Fabiana, denominada así en homenaje al cónsul romano Quinto Fabio Máximo, llamado Cunctator, “el que retrasa”, por sus tácticas militares contra el ejército de Aníbal. Evitaba la confrontación directa cuando lo superaban en número, atacando las líneas de suministro con pequeñas partidas de soldados.

Del laborismo, expresión política de los sindicatos, vinculado a la II Internacional creada en 1889, toma ideas que resaltan la nacionalización de tierras e industrias, la organización de los trabajadores además del papel de las cooperativas. Durante sus estudios, puede evaluar las dificultades para gobernar que tuvo el primer ministro del socialismo inglés, Ramsay Mac Donald, en 1924.

Segunda etapa

Con tal experiencia de vida, concurre en 1927, al Congreso de La Liga contra el Imperialismo y la Opresión Colonial, convocado en Bruselas. La Liga formaba parte de las organizaciones fomentadas por la Internacional Comunista. El interés de la dirigencia soviética se centraba en el apoyo al proceso revolucionario chino, que hasta ese momento se daba bajo el liderazgo del Kuo Ming Tang. La agenda incluía la solidaridad con otras luchas anticoloniales.

En la cita participaron intelectuales destacados que luego tendrían gran relevancia internacional. Haya concurrió acompañado por Eudocio Ravines, más tarde secretario general del Partido Comunista Peruano. Participaron dirigentes como la viuda de Sun Yat Sen, el líder indio Jawarhalal Nehru, Ho Chi Minh, entre otros. Intelectuales de izquierda como el físico y premio Nobel Albert Einstein, a quien trató personalmente dos años después, simpatizaban con la Liga.

En la discusión, expuso sus diferencias frente a la interpretación de la III Internacional, reivindicando las características propias de América Latina.

Tras la batalla ideológica, prepara el que sería el texto clave de su pensamiento auroral, El Antiimperialismo y el Apra. Allí deslinda con el marxismo ortodoxo, confrontando las enseñanzas de Marx con la realidad indoamericana. Sus ideas ya están lo suficientemente maduras como para intentar la vuelta al Perú, buscando una activa participación política.

La crisis de 1929 golpea severamente la economía mundial. Sus efectos son fatales en Europa y América. En Argentina cae Hipólito Irigoyen; aparece en Chile un breve gobierno socialista, las dictaduras centroamericanas títeres del imperialismo bananero, enfrentan levantamientos en Nicaragua y El Salvador, encabezados por Augusto César Sandino y el líder comunista Farabundo Martí.

En el Perú, el comandante Luis Miguel Sánchez Cerro, pone fin a la larga dictadura de Leguía. Tras unos meses en el poder, se aleja para dar paso a una junta de gobierno provisional que convoca elecciones generales. Por primera vez, se organiza un jurado electoral independiente, que amplía el padrón electoral, reconociendo el sufragio masculino para los alfabetos mayores de 21 años.

En tales circunstancias, Haya regresa al país. Poco antes se forma el Partido Aprista Peruano, que lanza su candidatura a la presidencia de la República.

El 23 de agosto de 1931, en la Plaza de Acho, pronuncia un discurso programático que plantea los fundamentos ideológicos del plan de gobierno aprista. El discurso programa, en un contexto de intensa expectativa política, propone como ejes la democracia, la libertad, el rol decisivo del Estado, la comprensión de la política desde un sustento económico. Allí propone el frente único de las tres clases que sustentan la nación, para impulsar desde el Estado, un proceso de industrialización que aproveche las ventajas del capitalismo mundial.

La democracia que enarbola, no es la verbal o formal, sino la democracia real, capaz de superar el divorcio con la nación, de forma que permita canales efectivos de participación en el ejercicio del poder.

En la disertación, analiza la ubicación de América Latina como zona productora de materias primas, punto de partida para entender su relación con el mundo. Plantea integrarla al mundo, entendiendo que debe vincularse la política a la economía.

Denuncia el atraso estadístico del país, cuyo último censo data de 1876, atraso de más de medio siglo que impide un conocimiento más cercano a la realidad.

Valora el proceso de la independencia conducida por la clase latifundista, aunque su ideología fuese la de la revolución francesa, que significaba lo contrario a los intereses de los grandes propietarios de la tierra, produciéndose así una inconexión entre el sistema y la realidad.

Así, el Estado no representa las clases existentes, verdaderamente nacionales, sino a la oligarquía. El país no es homogéneo, conviven todas las sociedades, desde las vinculadas al mundo moderno hasta las primitivas. En consecuencia, para afrontar la etapa industrial, el papel del Estado impulsando la economía nacional resulta decisivo. Debe asumir un papel de protección en el desarrollo de la industrialización, reconociendo al capital extranjero, que trae la máquina. Esta caracterización de la doble cara del capitalismo va a configurar una de las diferencias más claras del aprismo frente al debate con el comunismo, que propugnaba una revolución clasista que superase la fase del desarrollo capitalista.

En su proyecto, las tres clases van a ser el sustento del frente único, soporte de un Estado que a su vez tendrá un rol protector de las clases nacionales. Haya insiste en la perspectiva de analizar la política desde la economía. Propone un plan nacional que posibilite la articulación de las políticas económicas y sociales, así como la idea, tomada del laborismo, de un Congreso Económico Nacional, que reúna al Estado, al capital y al trabajo.

Introduce la idea, novedosa en el Perú, de diferenciar el programa máximo del programa mínimo, donde distingue las metas de largo plazo de un plan de gobierno. Insiste en el regionalismo económico como la clave de la descentralización y del regionalismo político.

Resalta en su programa mínimo la educación mediante la escuela única, así como reivindica el papel del trabajador.

Resulta interesante resaltar los autores que menciona en el discurso. Clásicos como Platón y Aristóteles son mencionados para recordar el carácter integral de la política al servicio del bienestar común. En el énfasis que pone en el análisis de la economía, recurre a Marx y Engels, desde una perspectiva no dogmática, más bien heterodoxa, cercana a la interpretación de los ideólogos de la Internacional Socialista. Víctor Raúl reivindicaría a lo largo de su vida la interpretación de Karl Kautsky, uno de los primeros teóricos del marxismo, quien conoció a Engels y fue co autor del programa de Erfurt del Partido Socialdemócrata Alemán.

La referencia a John A. Hobson, autor del Estudio sobre el Imperialismo, es muy interesante.

Hobson, uno de los más influyentes autores de la época, vinculado al fabianismo, militante luego del laborismo, plantea que el imperialismo resulta de la expansión de los mercados por el capitalismo, como consecuencia del subconsumo de las masas debido a la injusta distribución de la riqueza. Al no disponer en los países capitalistas de la suficiente capacidad de consumo, las potencias se ven obligadas a buscar nuevos mercados.

Las tesis de Hobson señalan el carácter positivo de la expansión para los pueblos atrasados que reciben el capital, aunque la intervención militar y política acabe siendo costosa.

Nombra a dos ilustres intelectuales y políticos argentinos, Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento. Demócratas liberales, dejaron huella profunda en su país. El primero promovió la Constitución de 1853, sustentada en los principios de la Constitución de los Estados Unidos y en la idea de que gobernar es poblar. Sarmiento, uno de los tres presidentes históricos, impulsó la educación como la herramienta del progreso.

El discurso programa es una propuesta innovadora, con ideas claras, que resumen muy bien el nuevo proyecto político, que no quiere limitarse a un momento electoral sino representar una fuerza moral y de cultura.

En el artículo “El aprismo no es comunismo” escrito en esos años, deslinda con la dicotomía que atravesó por décadas al movimiento internacional de los trabajadores. Analiza los postulados de Karl Kautsky, amigo de Friedrich Engels, que postula la tesis de alcanzar el poder con la fuerza de los sindicatos ganando las elecciones. El aporte social demócrata de la primera generación de marxistas, que Perry Anderson califica como propia del marxismo occidental, aparece planteada con nitidez. El aprismo, según Haya, forma una parte creativa de dicha corriente universal, surgida inicialmente como la Asociación Internacional de Trabajadores, vigente de 1864 a 1876. Más adelante da lugar a la II Internacional, que después desaparece en el fárrago de las guerras y las revoluciones europeas, luego reconstituida en su versión actual en 1951.

En octubre de 1945, a las pocas semanas de inaugurado el gobierno de José Luis Bustamante y Rivero, el líder aprista da una serie de conferencias en el Teatro Municipal de Lima.

Culminaba la II Guerra Mundial, triunfante el Frente Democrático Nacional, el aprismo salía de la clandestinidad. Explica entonces, desde la filosofía política, los principios de la democracia.

Su versación lo lleva a recordar ante el auditorio el aporte de la Grecia clásica, pasando por las ciudades italianas del Renacimiento y los pensadores de la Ilustración. Sustenta con claridad el advenimiento de un nuevo mundo democrático después de la derrota del nazi fascismo.

El promisorio triunfo electoral del Frente Democrático Nacional, que llevó a la presidencia de la República al jurista arequipeño José Luis Bustamante y Rivero, acabó en poco tiempo en una gran frustración. No hubo entendimiento entre el estilo político del jurista Bustamante y la inquietud reivindicativa de las masas apristas.

El Frente Democrático no logró consolidarse. La presión de masas del aprismo terminó por arrinconar al gobierno, exacerbando las contradicciones con la derecha oligárquica. Pronto, una inusual parálisis del Parlamento, sumada a la actividad insurreccional de facciones apristas, devinieron en el golpe militar del general Manuel Odría.

Tercera etapa

La misión del aprismo quedó definida ideológicamente como el gran partido de la

democracia, del sufragio universal y la justicia social. La crisis del gobierno frentista que acabó siendo el pretexto de una nueva dictadura militar, llevó de nuevo al partido a la clandestinidad.

Haya de la Torre terminó asilado en la embajada de Colombia, de donde no pudo salir durante cinco años. En dicho lapso, la tiranía le retiró la nacionalidad. Solo pudo salir del país, gracias a un fallo de la Corte Internacional de La Haya.

La dilatada permanencia en la embajada, le permitió revisar nuevamente sus planteamientos.

De allí salió su reflexión sobre “Treinta años de aprismo”, que lo acercó a una valoración actualizada de la evolución política. Afianzó la tesis del “interamericanismo democrático sin imperio”, subrayando el papel del capitalismo, al que debía regularse desde el Estado. En el “Mensaje de la Europa nórdica”, transmite sus reflexiones sobre una larga gira por la Europa de la posguerra, en particular, por los países escandinavos. Constata in situ los logros de la social democracia, cuyas realizaciones sociales resultan muy avanzadas, así como el desarrollo de empresas cooperativas. Cree encontrar en las sociedades nórdicas y su estado de bienestar que respeta los derechos fundamentales, una aplicación de las tesis políticas que postulara desde tiempos atrás, diferenciadas tanto del capitalismo frustrado, que no supera la desigualdad, como del comunismo que impone una dictadura totalitaria.

Al revisar la situación peruana, promovió una salida conciliadora frente al agotamiento de la dictadura odriísta. La resistencia popular, las movilizaciones de la juventud arequipeña en 1950 y 1954, obligaron al régimen a una salida democrática. La convocatoria a elecciones en 1956 tomó a la dirección aprista en un talante concertador, distinto al ánimo beligerante de la resistencia anti dictatorial.

Un temperamento muy diferente al que con su intensidad llevó al fracaso al gobierno de Bustamante, se tradujo en una alianza con la derecha encabezada por Manuel Prado Ugarteche, antiguo civilista, ex presidente de 1939 a 1945. Prado ofreció legalizar al Apra, el punto central que el partido reclamaba para brindar apoyo electoral.

Al privilegiar a la derecha en su alianza electoral, no vio el avance de sectores progresistas de las clases medias, liderados por un joven ex diputado del Frente Democrático, Fernando Belaúnde Terry. Subestimó también la estrategia aprista el surgimiento de pequeños pero activos grupos reformistas y de izquierda, que como los social cristianos o los social progresistas, empezaban a abrirse paso en el escenario nacional.

Prado cumplió su promesa apenas ganó las elecciones, restituyendo a la vida legal al partido, aunque sin modificar el artículo 53 de la Constitución, que prohibía la actuación de partidos con vínculos internacionales.

La “convivencia”, como quedó calificada la alianza del PAP con la derecha pradista, de cierto aliento desarrollista, le facilitó al aprismo reorganizarse para las elecciones de 1962.

Después de tres décadas, podría lanzar nuevamente a su líder máximo. Sin embargo, la planificada estrategia electoral no logró controlar el ascenso de la lucha social ni la creciente impaciencia de los nuevos grupos políticos.

La confrontación por el control de los sindicatos así como de importantes organizaciones de masas, con los nuevos actores políticos, se agudizó. El Apra andaba entrampada entre la defensa de su conciliación con la derecha y sus viejas banderas de transformación.

Pese a las muestras de conciliación democrática, la candidatura del líder aprista no pudo vencer el veto de los militares. El propio resultado electoral de 1962, lo dejó apenas a dos décimas del tercio exigido para ganar directamente. Al trasladarse al Congreso la elección entre los tres primeros, lo que incluía a Belaúnde y Odría, la tensión generada ante la anunciada cesión de votos apristas para elegir al ex dictador, terminó en un nuevo golpe militar.

Las nuevas elecciones, convocadas por los generales para el año siguiente, llevaron a Fernando Belaúnde Terry a la presidencia, Sus propuestas de renovación fueron duramente combatidas por la mayoría parlamentaria que formó el Apra con los seguidores del ex dictador.

La alianza con la derecha latifundista resultó contraproducente. La intransigente oposición al gobierno, que levantaba propuestas cercanas al programa aprista, enredó al PAP en un galimatías que le hizo perder aceleradamente su base social. Surgieron movimientos radicalizados, en el campo proliferaron la toma de tierras e incluso un grupo guerrillero, el MIR, originado en una ruptura de jóvenes apristas, liderados por Luis Felipe de la Puente.

Acción Popular aliado con la Democracia Cristiana, planteaba reformas estructurales en el agro, la banca, la tributación, la defensa de los recursos naturales. Sin embargo se entrampó en su oferta de resolver el viejo problema con la International Petroleum Company, que acabó en una transacción poco clara, denunciada por el propio representante del gobierno. Belaúnde vio así trabados sus proyectos, generándosele una fuerte resistencia dentro de su propia organización.

La coalición con su antiguo represor, difuminó las ideas reformistas del programa aprista, lo que desarmó ideológicamente a su confundida militancia. Más bien se acentuó el enfrentamiento con el comunismo ortodoxo, metiendo en el mismo cajón a toda la izquierda, produciendo en muchos casos un trastrocamiento de ideas que soslayaba la doctrina social del partido.

La única consecuencia positiva, no contemplada por sus propulsores, fue la desaparición en pocos años del odriísmo. El relativo éxito electoral basado en el recuerdo de sus obras públicas, aunado a su política clientelista, no duró mucho. Sin mayores luces programáticas, limitado a reiterar las construcciones realizadas, proclamaba que sin palabras, cumplirían con hechos en algunos sectores sensibles, como educación, salud y trabajo. Su objetivo de no ser investigados por los evidentes actos de corrupción cometidos en los ocho años de régimen autoritario, fue escrupulosamente cumplido por el gobierno de Manuel Prado. La mayoría parlamentaria consagrada en 1963, evitó obviamente cualquier investigación sobre enriquecimiento ilícito, suscribiendo la errónea política del “borrón y cuenta nueva”.

Al deterioro político de la alianza AP-DC, se sumó la devaluación de la moneda, con lo que la equivocada estrategia aprista de aliarse con los latifundistas, terminó abonando el golpe de Juan Velasco Alvarado. En forma novedosa, los militares decidieron gobernar institucionalmente, iniciando así la dictadura militar más prolongada de la historia del Perú.

Las fuerzas armadas desde el poder usurpado, cancelaron el Parlamento, anularon el sufragio universal, suprimieron todo tipo de elección popular, promovieron incluso la desaparición de los partidos políticos, recortaron las libertades civiles y políticas. A lo cual añadieron una política estatista de intervención en la economía, de reforma agraria y participación de los trabajadores en la propiedad de las empresas, que les dio durante un buen tiempo cierta legitimidad social.

En los veinte años que van desde el derrocamiento de Bustamante hasta el golpe de 1968, acontece la descolonización de los pueblos de África y Asia, así como la guerra de Vietnam contra la invasión estadounidense. En América Latina, el suceso más relevante fue la revolución cubana, que despertó enorme expectativa en los sectores populares.

En un artículo sobre Cuba, de 1961, Haya censura sin dudar el grave error que Fidel Castro comete, al poco tiempo de llegar al poder. El líder revolucionario prometió elecciones libres cuando triunfó, mas al subordinarse luego al régimen soviético, abjuró. Pese al innegable atractivo de la gesta, Víctor Raúl toma nota de inmediato que repudiar el voto, la saca por completo del trayecto de las revoluciones latinoamericanas. Desde la Revolución Mexicana hasta la boliviana en 1952, la bandera de la libertad, del ejercicio pleno del sufragio universal, caracterizaron los procesos de cambio en la región.

Cuba, valora Haya de la Torre, al rechazar el sufragio universal se pone en contra de la tradición revolucionaria. El castrismo camina a la dictadura del partido único, fórmula que finalmente queda agotada con el posterior hundimiento de la propia Unión Soviética.

Cuarta etapa

El golpe del general Juan Velasco Alvarado, que adquirió un singular carácter institucional, promovió reformas económicas anti oligárquicas. El propósito de los militares apuntaba a un proceso de modernización capitalista con participación social en determinados sectores de la economía.

Medidas como la nacionalización de la IPC, la petrolera estadounidense que durante décadas gozó de un régimen de privilegios, pero sobre todo de la reforma agraria, que expropió los grandes latifundios, alteraron el curso de la política tradicional.

Los militares avanzaron en el proceso de estatizar la banca, ciertas industrias, el comercio de productos alimenticios, la gran minería, alterando como nunca antes las estructuras del poder económico. Sus reformas no contemplaban la democracia. Al contrario, suspendieron la Constitución, cerraron el Congreso, anularon el ejercicio del sufragio universal a todo nivel, eliminaron la independencia de poderes, es decir, todo el poder se concentraba en la cúpula militar, en particular en el propio general Velasco.

Si bien la vieja oligarquía terrateniente quedó severamente golpeada, el intento militar

de generar una moderna burguesía industrial, no prosperó. El impacto, sin embargo, resultó de tal envergadura, que llevó al líder aprista a considerar que las fuerzas armadas aplicaban en buena parte sus propuestas programáticas.

En ese contexto, el líder aprista autoriza la reedición de El Antiimperialismo y el Apra. Reclamada durante la alianza con las derechas como el libro más importante de su producción ideológica. Trabaja la primera edición de sus obras completas, cuya publicación reivindica su postura de transformación social, propuesta desde los orígenes del partido.

El jefe aprista no puede descuidar que el mundo vive en plena Guerra Fría, ni que el gobierno velasquista mira con simpatía al bloque soviético. En estos años, el peso de sus intervenciones se centra en el reclamo de la paternidad de las reformas económicas en curso, a tiempo que insiste en la vigencia del sufragio y el re torno a la democracia.

El aprismo orienta su acción hacia una salida política, opción que empieza a perfilarse con mayor claridad con el derrocamiento de Velasco por su socio, el general Francisco Morales Bermúdez.

El escenario latinoamericano está marcado por las dictaduras militares del Cono Sur. La caída de Salvador Allende, dirigente del Partido Socialista, afín en sus orígenes al aprismo, repercutió desfavorablemente durante un tiempo, frenando los intentos democratizadores.

En la propia Europa, aún permanecían las viejas dictaduras de Franco y Salazar, además de los coroneles griegos. Washington apoyaba abiertamente a los regímenes militares, salvo al peruano, al que veía con reserva.

Cuando vuelve a asumir su línea histórica, admite que sus alianzas con Prado y Odría resultaron de una sobrestimación de la derecha. Decide incluso dar un paso más, cuando participa en 1976 en una reunión de la Internacional Socialista realizada en Caracas.

Hasta entonces su internacionalismo acentuaba la dimensión latinoamericana en términos partidarios. El objetivo de convertir al Apra en una fuerza continental lo llevó con el tiempo a establecer vínculos cercanos con partidos como Acción Democrática de Venezuela, Liberación Nacional de Costa Rica, el MNR boliviano, los partidos socialistas del Cono Sur o el PRI mexicano. También tuvo como referentes al Partido del Congreso de la India, fundado en 1885, así como del Kuo Ming Tang chino, surgido en 1911. Mantuvo una especial admiración por los fundadores socialistas del Estado de Israel, de una de cuyas más importantes lideresas, Golda Meir, fue amigo.

Defendió siempre la autonomía frente a los partidos socialistas y laboristas europeos, aún de los más próximos, como el laborismo británico y el social demócrata alemán.

Cuando el ex canciller germano Willy Brandt asume la presidencia de la IS en 1976, su primer esfuerzo va a ser abrirla a los partidos de inspiración social en el mundo.

El prestigio internacional de Brandt le da una gran capacidad de convocatoria.

Combatiente contra los nazis, ex alcalde de Berlín, presidente del Partido Social Demócrata, gobernante de Alemania, contaba con una extraordinaria trayectoria que ayudó a fortalecer de manera considerable a la renacida Internacional.

Haya concurre a Caracas, ofreciendo el discurso de cierre del evento, que le abre las puertas a una futura incorporación en un movimiento mundial, ya desprendido del eurocentrismo.

El logro final de su prolongada carrera política, fue la Constitución de 1979. Fundada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas. La crisis de la llamada “segunda fase” de la dictadura, ante las dificultades económicas y sociales, la llevó a buscar una salida política, que devino en la convocatoria de una asamblea constituyente. Las elecciones se realizan en mayo de 1979, no exentas de serias tensiones, que incluyeron la captura y deportación de candidatos izquierdistas y apristas, así como periodistas de derecha, críticos al régimen.

El Partido Aprista gana las elecciones, obteniendo para su jefe, que encabezó la lista, más de un millón de votos preferenciales. Los militares pretendían que la carta política constitucionalizara las medidas aplicadas desde 1968, lo que Haya, ungido presidente de la Asamblea, rechazó con firmeza al proclamar su carácter soberano .

La Constitución aprobada reconoció como el sustento de la organización estatal a los derechos fundamentales, inscribiendo al país en la corriente más avanzada del constitucionalismo. Agónico, logró estampar su firma, en un acto que consagró su larga trayectoria política.

Su compromiso con la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, surge cuando el gobierno del Frente Democrático Nacional le encarga la representación del Perú, compenetrándose así con la gran corriente de universalización de los derechos humanos y la democracia.

CODA

En su largo camino actuó directamente en los acontecimientos que forjaron en gran parte las doctrinas sociales del siglo XX. No fue ajeno a los grandes debates en el movimiento internacional, confrontando el marxismo con la realidad indoamericana, postulando una doctrina afianzada en la democracia social. Tomó los derechos humanos como piedra basal de la Constitución republicana, proyectándose poderosamente en el nuevo siglo.

Enfrentó acérrimos enemigos feudales y oligárquicos, que alentaron golpes y persecuciones. De allí devino un liderazgo de 55 años, improbable en las sociedades democráticas. La dinámica política acabó convirtiéndolo en símbolo de su propia sobrevivencia. Circunstancia irrepetible en democracia, donde los liderazgos suelen alternarse en función de los resultados electorales.

En la doctrina del fundador del aprismo, existe una consistente continuidad en su planteamiento social, recuperado, actualizado y proyectado en los años setenta, como una consistente apuesta de izquierda democrática por una sociedad con justicia social.

*Publicado originalmente en Sociológica, 4, Revista del Colegio de Sociólogos del Perú.


Escrito por

Agustín Haya

Sociólogo. Facebook: https://www.facebook.com/agustin.haya Twitter: @agustinhaya Publicaciones: https://goo.gl/gFdCC7


Publicado en

Agustín Haya

Blog de ideas democráticas y sociales.