Einstein y Haya de la Torre
Dos forjadores del siglo XX
(por Hugo Vallenas Málaga)
Al iniciarse el siglo XXI, muchos medios informativos internacionales, entre ellos la revista norteamericana Time, designaron «personaje del siglo XX» al sabio alemán Albert Einstein. Por otra parte, entre los medios de prensa peruanos, una gran votación nombró a Víctor Raúl Haya de la Torre, el fundador del aprismo, como el peruano más importante del milenio nacido en el siglo XX. Casualmente, Einstein y Haya de la Torre no sólo llegaron a conocerse sino que tuvieron además un vínculo amistoso que incluyó importantes afinidades políticas. Veamos algunos detalles de esta relación.
Algo sobre Einstein
Como bien sabemos, Albert Einstein nació el 14 de marzo de 1879 en la ciudad alemana de Ulm (Baden-Württemberg) y falleció el 18 de abril de 1955 en Princeton, EE UU. En 1916 dio a conocer su «teoría general de la relatividad», que abrió nuevos horizontes al pensamiento humano hasta entonces confinado por la mecánica de Newton y la geometría euclidiana. A partir de allí descubrió los secretos de la energía atómica. Obtuvo el premio Nóbel de la Física en 1921, por sus contribuciones teóricas y por su explicación del efecto fotoeléctrico.

Albert Einstein en Alemania en 1921.
La celebridad que ya tenía entonces como hombre de ciencia no lo eximió de la necesidad de exiliarse de la Alemania de Hitler en 1933. Además de tener origen judío, Einstein era un explícito opositor al régimen nazi en nombre de insobornables convicciones pacifistas y demócratas. Prosiguió su actividad como investigador científico y maestro en los EE UU. Se nacionalizó norteamericano en 1940. Trabajó durante sus últimos 15 años de vida en una síntesis de la gravitación y el electromagnetismo, llamada «teoría del campo único». Fue en estos años, igualmente, un convencido pacifista, enemigo de las dictaduras y defensor del desarme nuclear
Encuentros con Haya de la Torre
Relata Haya de la Torre en su libro de recuerdos sobre la etapa europea de su primer exilio, Excombatientes y desocupados (Santiago de Chile, 1936), que tuvo tres encuentros con Einstein en Berlín entre 1929 y 1930 (véase los acápites «¿Todo relativo?» y «Un discurso de Einstein»).
El primero fue casual, como transeúntes en una estación del tren interurbano. El segundo fue en un concierto benéfico donde Einstein tocó el violín «en una pública velada de caridad realizada en la sinagoga mayor de la vieja Monbijoustrasse de Berlín en 1930». El tercer encuentro fue durante una disertación de Albert Einstein ofrecida en la Conferencia Mundial sobre Energía, en la que expuso su teoría del espacio-tiempo.
La claridad y genialidad de la conferencia de Einstein emocionó a Haya de la Torre. Dice en el acápite «¿Todo relativo?»: «El mundo ha vivido hasta hoy varios siglos de filosofía que podría llamarse tridimensional si, como los discípulos del jardín de Acádemos, debemos pensar geométricamente. Sólo hemos tenido hasta hoy noción de cuerpos rígidos con longitud, latitud y profundidad. Rígida ha sido también nuestra tradición dogmática religiosa... Einstein revoluciona todos esos conceptos planteando nuevas bases para una concepción física del universo».

Haya de la Torre en Berlín en 1930, poco antes de recibir las preocupantes noticias sobre la crisis final del gobierno de Leguía.
En ese libro, describiendo tales encuentros, Haya de la Torre se limita a hacer observaciones curiosas sobre la personalidad de Einstein, pero se inhibe de detallar la vinculación que ya tenía con él. De hecho, Einstein y él ya se conocían poco tiempo antes de los encuentros mencionados. El gran sabio de Ulm había estado presente, en calidad de entusiasta pacifista y defensor de los pueblos en lucha contra el colonialismo, en el Primer Congreso Mundial Antiimperialista realizado en Bruselas en febrero de 1927. Uno de los protagonistas de esa reunión internacional fue Haya de la Torre, defendiendo el programa del APRA y trabando enconada polémica con los líderes comunistas.
Luego de este encuentro, ambos pudieron estrecharse las manos nuevamente en Alemania, en 1929, en casa del economista socialdemócrata Alfons Goldschmidt, estudioso de la realidad americana en cuya biblioteca trabajaba Víctor Raúl. En su artículo «In memoriam Albert Einstein» de 1955, incluido en el libro «Mensaje de la Europa nórdica», Víctor Raúl anota que en su primer encuentro en casa de Goldschmidt, el sabio lo sorprendió recordándole que ambos eran coautores de un libro. «¿Un libro juntos, usted y yo?», preguntaba azorado Haya de la Torre en alemán. «Así es», insistía riendo Einstein. Se trataba de un libro de homenaje a Romain Rolland, un «Liber amicorum» publicado en 1926 por Máximo Gorky y Stephan Zweig con saludos de diversas plumas, entre ellas Einstein y Haya de la Torre.

Carnet de usuario de la Biblioteca estatal de Berlín válido entre el 1 de octubre de 1929 y el 31 de marzo de 1930, perteneciente a Haya de la Torre.
En la nota preliminar de 1936 para El antiimperialismo y el Apra, Haya dice que trabajó en la Preußische Staatsbibliothek de Berlín, con apoyo de Alfons Goldschmidt «acumulando datos y redactando el esquema de los primeros capítulos del nuevo libro. Hasta que un buen día de agosto de 1930 los diarios de Berlín turbaron mi trabajo con noticias de primera página procedentes del Perú: golpe de cuartel y caída del régimen que me había desterrado».

Apoyo solidario de Einstein a Haya de la Torre
El vínculo amistoso con Einstein no terminó con el súbito retorno de Haya de la Torre al Perú. Einstein estuvo entre las muchas personalidades mundiales que se pronunciaron en defensa de la vida de Haya de la Torre durante el proceso de 1932. El sabio envió un cable al dictador Sánchez Cerro que decía: «Destrucción ilustres personas es detrimento e ignominia para colectividades nacionales y universales. Vosotros asumís grave responsabilidad sobre suerte Haya de la Torre». Su voz de protesta se unió a la de otros premios Nóbel como Rabindranath Tagore (Nóbel 1913), Romain Rolland (Nóbel 1915) y George Bernard Shaw (Nóbel 1925), al igual que importantes políticos y pensadores como George Lansbury, León Blum, H. G. Wells, Miguel de Unamuno, José Ortega y Gasset y Mahatma Ghandi. Einstein estuvo nuevamente al lado de Haya de la Torre años después, con motivo del largo y accidentado asilo en la embajada de Colombia en tiempos del dictador Odría, entre 1949 y 1954.
Einstein sabía de la lucha del aprismo y conocía su programa. Es producto de esta simpatía, a la que se agregaba la amistad con Víctor Raúl, que el ilustre hombre de ciencia, en las delicadas coyunturas de 1932 y 1949, no tuvo reparo en poner en juego su prestigio en defensa de la causa libertaria del aprismo, en contra de las dictaduras. Contar con el apoyo de Einstein en estas horas supremas, confiesa Víctor Raúl en 1955, «es ciertamente una de aquellas grandes e inmerecidas compensaciones que la vida depara, cuya fuerza moral sirve de compañía y estímulo en los silencios adversos».
Es ampliamente conocido y registrado con muchas fotografías, el encuentro final que Haya de la Torre tuviera con Einstein en febrero de 1948, en la residencia universitaria del sabio alemán en Princeton, EEUU. Esa vez, además de rememorar sus primeros encuentros, dialogaron sobre el significado de la teoría del espacio-tiempo y Haya de la Torre pudo explicar y entregar a Einstein el testimonio escrito de sus estudios sobre su teoría del espacio-tiempo histórico. Einstein escuchó con interés la breve disertación y luego dijo en inglés: «Es bastante lógico que una teoría completa pueda ser formulada. Deseo que tenga usted todo el tiempo posible para proseguir sus estudios», como podemos consultar en el artículo «In memoriam Albert Einstein» de 1955, incluido en el libro Mensaje de la Europa nórdica.
El espacio-tiempo histórico: ¿teoría del oportunismo?
El relativismo de Einstein ha sido malinterpretado y vulgarizado como una negación de la física basada en mediciones y relaciones exactas. Del mismo modo, el relativismo de Haya de la Torre ha sido entendido por muchos como una coartada del oportunismo político. Para quienes piensan así, el «joven Haya» sería enfáticamente revolucionario, por basarse en el marxismo, mientras el «Haya maduro» sería antimarxista y convenidamente camaleónico, por basarse en el relativismo.
Tal es el caso, por ejemplo, del sociólogo Mariano Valderrama en su ensayo «La evolución ideológica del APRA: 1924-1962», incluido en el libro El APRA. Un camino de esperanzas y frustraciones (Lima, 1980). Allí Valderrama afirma: «A medida que pasaban los años, la presidencia se convirtió para Haya en un sueño; persiguiendo esa quimera descubrió el relativismo, teoría que le permite reajustar el programa a las conveniencias de cada espacio-tiempo histórico».
En el ensayo citado el «joven» Mariano Valderrama –el Mariano Valderrama «maduro» ahora escribe sobre cocina– comete el error de considerar oportunista cualquier esfuerzo político relacionado con la preservación de la democracia. Por ello dedica un amplio pasaje a elogiar el APRA Rebelde de Luis de la Puente Uceda. Tampoco considera el contexto ni el escenario político cuando cuestiona la afirmación democrática del aprismo posterior a 1942: la época de la defensa de las Cuatro Libertades de Roosevelt y del «interamericanismo democrático sin imperio» contra las dictaduras latinoamericanas. Tiene además un concepto profesoral y dogmático de la política.
Como consecuencia, no tiene un marco de referencia justo para analizar una etapa tan excepcional como la de 1962-1963, aquella del veto castrense contra la candidatura presidencial de Haya de la Torre. El principal error del «joven» Mariano Valderrama y todos los detractores del Haya de la Torre «relativista» es considerar que después de 1936 o 1945 no hay elaboración doctrinal aprista. Haya de la Torre sólo haría improvisaciones pragmáticas en política, con el relativismo como un simple escudo argumental frente a lo dicho o hecho décadas atrás. Varios tomos de las Obras Completas de 1976-1977 y muchas ediciones posteriores de textos no incluidos en las Obras Completas, como la colección «Víctor Raúl en El Tiempo» muestran que a todo lo largo de su vida Haya de la Torre fue un cuidadoso cultivador de la continuidad doctrinal del APRA.
Si entendemos la política como algo más que la simple aplicación de recetas librescas y si entendemos la historia del aprismo como una constante búsqueda y actualización de tesis nunca desligadas de un contexto real, encontraremos que la teoría del espacio-tiempo histórico es, ante todo, el método de Haya de la Torre para relacionar las etapas inmediatas y mediatas, pasadas, presentes y futuras, de realización del programa aprista.
La teoría del espacio-tiempo histórico acerca y correlaciona las realidades que coinciden en el espacio y en el tiempo, como es el caso de Indoamérica, y cuestiona la forzada similitud entre realidades distantes y distintas, por ejemplo entre Cuba y la ex Unión Soviética. El espacio-tiempo histórico viene a ser la síntesis realizada de la «negación dialéctica del marxismo» que está en la médula de la doctrina aprista. Negación dialéctica que no es negación a secas sino proceso afirmativo no dogmático.
Fue en febrero de 1948 que tuvo un histórico reencuentro con el genio de la física Albert Einstein −generoso amigo en los días de ascenso del nazismo en la Alemania de 1929− quien le presentó al historiador Arnold J. Toynbee, cuya obra Estudio de la Historia ya estaba leyendo Haya de la Torre en inglés y sería el motivo de su libro Toynbee frente a los panoramas de la historia (Compañía Editora del Plata, Buenos Aires, 1956).
Haya de la Torre estuvo en los EE UU entre febrero y marzo de 1948. Tuvo la oportunidad de realizar esta visita mientras participaba en el Foro Anual del Herald Tribune de Nueva York. Concluyendo esta actividad fue invitado a la Universidad de Princeton por John A. Mackay, director del seminario de Teología, su viejo amigo de los días en que era profesor del Colegio Anglo-Peruano fundado por Mackay en Lima. John Mackay fue el generoso anfitrión del encuentro de Haya de la Torre con Einstein y Toynbee.

Albert Einstein, Arnold J. Toynbee y Haya de la Torre, junto a dos amigos peruanos, Alejandro Carrillo Rocha y Jorge Idiáquez. Princeton, 1948.
En una entrevista de la revista Caretas de febrero de 1963 (incluida en la recopilación «Haya de la Torre en 40 reportajes» de Roy Soto Rivera) el fundador del aprismo afirma: «Quien conoce al APRA sabe que es relativista y quien conoce al marxismo sabe que es determinista. Y quien conozca algo de filosofía sabe que estas dos escuelas son antagónicas». Alguna vez se ha querido mostrar esta declaración y otras similares como un rechazo a rajatabla de la dialéctica y el marxismo. Circunstancialmente lo fue, como parte de una etapa de redefiniciones. Reportajes posteriores y sobre todo la «Nota de la tercera edición» de El antiimperialismo y el APRA (Lima, 1970), que recupera todo lo relacionado a la «posición filosófica marxista del aprismo» expuesto en el capítulo VI del afamado libro de 1928, despejan toda duda sobre el rumbo final y definitivo. Del mismo modo que Einstein amplía el horizonte de la Física pero no sustituye la ley de la gravedad de Newton, el espacio-tiempo histórico amplía el horizonte doctrinal del aprismo pero no niega ni sustituye su fundamento dialéctico.
Einstein: el pensamiento guía
De la amplia bibliografía del sabio alemán, Mein Weltbild –con varias ediciones ampliadas desde la década de 1930– reúne una colección de cartas y artículos que contienen sus ideas sociales. Haya de la Torre tenía en gran estima estas ideas y no pocas de ellas guardan parentesco con enunciados posteriores suyos. Esto escribe Einstein sobre la riqueza en 1934: «Estoy absolutamente convencido de que no hay riqueza en el mundo que pueda ayudar a la humanidad a progresar, ni siquiera en manos del más devoto partidario de tal causa. Sólo el ejemplo de los individuos grandes y puros puede llevarnos a pensamientos y acciones nobles. ¿Puede alguien imaginarse a Moisés, Jesús o Gandhi armados con las bolsas de dinero de Carnegie?» Haya de la Torre también compartía este desapego al dinero en nombre de la virtud y el ejemplo hacia los demás.
Einstein también escribe en Mein Weltbild: «Parece, a primera vista, como si nuestra valoración de un hombre dependiese por completo de sus cualidades sociales. Y, sin embargo, tal actitud sería errónea. (...) Sin personalidades creadoras capaces de pensar y crear con independencia, el progreso de la sociedad es tan inconcebible como la evolución de la personalidad individual sin el suelo nutricio de la comunidad. La salud de la sociedad depende pues, tanto de la independencia de los individuos que la forman como de su íntima cohesión social». Haya de la Torre discrepó con dureza sobre este mismo punto con el «marxismo oficial» de Stalin y sus sucesores. La defensa de la individualidad humana era para él tan importante como la búsqueda de la solidaridad y la igualdad de oportunidades.
Con motivo de un homenaje al 80º aniversario del natalicio de Leo Baeck [1], Einstein publicó unos interesantes aforismos en mayo de 1953. En uno de ellos decía: «Saludo al hombre que pasa por la vida siempre al servicio del prójimo, sin conocer el miedo, ajeno a toda agresividad y a todo resentimiento». Esta norma de vida de Einstein era también observada por Haya de la Torre e inculcada a los apristas: «Convivir sin odios, coexistir sin rencores» era el perseverante llamado de Haya de la Torre en el Día de la Fraternidad de 1960. «Nosotros los apristas hemos demostrado que sabemos amar, que sabemos olvidar los odios y que sabemos creer en el futuro del país», decía en el Día de la Fraternidad de 1965. Einstein y Haya de la Torre tuvieron pues, mucho en común.
[1] Leo Baeck (1873-1940) rabino judío de origen alemán-polaco que fue también destacado filósofo. Entre sus libros destaca La Esencia del Judaísmo (1915), respuesta polémica a La Esencia del Cristianismo de Adolf von Harnack. Fue rabino en Oppeln, Düsseldorf y Berlín. Lideró la Reichsvertretung der Deutschen Juden, organización defensora de los judíos alemanes, hasta que fue expulsado de Alemania por los nazis.

Libro de Haya de la Torre publicado por Editorial Claridad de Buenos Aires en 1933, que consigna los mensajes de Albert Einstein y otros personajes de importancia mundial dirigidos al gobierno peruano exigiendo respeto a la vida del jefe del aprismo.